Sueños...
domingo, 20 de junio de 2010
Monumento a la ternura - Carlos Augusto León
El monumento a la ternura no alcanza a un milímetro de alto, apenas tiene talla de un micrón. Pero lo contiene todo, como el beso, como la semilla, como la molécula del ácido desoxirribonucléico en donde están las huellas de padres y abuelos y los rasgos, el color de los ojos y todo cuanto ha de ser el hombre futuro.
Su cimiento es la sonrisa de un niño, punto de apoyo único, semejante al pie de una danzarina que sólo sobre él hace gravitar su cuerpo.
Formas de seno de mujer se entreven, en medio de una brillante sutil maraña que se eleva en la inusitada pero no deslumbrante claridad; en su red aparecen colores tenues, las primeras luces del alba, ciertos resplandores indecisos y últimos del ocaso, mas también algunas frutas, duraznos de suave bello, fresas maduras, las unas dulces a la vista, otras al paladar y también cantos de pájaros, finos gorjeos, trinos frágiles, sureo de torcaces. En la tierna maraña que se eleva hay palabras que se engarzan, las más suaves, aquellas que el hombre ha creado en milenios de amor sobre la tierra y que han venido decantándose, depurándose, hasta ser breves, magníficas, palabras en voz baja y soledad de hombre y mujer, en diálogo nutricio de madre y su niño reciente, de padre con el niño, de abuelo y abuela conmovidos, palabras sólo muy contadas, sólo las necesarias, como las que de pronto humedecen los ojos del hombre, del amigo, en medio a la faena, en medio al diario agitado vivir.
En el monumento, minimento, a la ternura están todos los animales y hombres que acaban de nacer, por cuya piel de becerro pasa una y otra vez la lengua de la vaca, por cuya cabeza de osezno pasa una y otra vez la lengua de la osa, por cuyas patas de perrito, de conejito, pasa y va y viene la lengua de la perra, de la coneja maternales; por cuya piel de niño retozan los besos de la madre.
Y al acercarse a este monumento -minimento- de la ternura, se escucha el correr de muchos arroyuelos, cuyos ruidos no se unen en tormenta sino siguen dispersos en campanilleo brillante que no llega a hacerse ingrato. Y el aire, en torno, tiene la suavidad de los capullos, de la piel de los muslos -de la cara interior de los muslos- en una muchacha adolescente, la suave piel de los recién nacidos, la que aún en el hombre sigue siendo suave en algunos recodos del cuerpo.
Y al acercarse al monumento de la ternura, todo ser, todo hombre comprende que no hay en el Cosmos nada comparable a ella, ni en los astros más remotos, galaxias desconocidas, ni aquí en la alcoba de cada uno y la ternura es sentida por todos como la suprema razón de ser, sin la cual la vida, toda la vida, sería apenas la mitad de sí misma, la diesmillonésima parte de sí misma.
Carlos Augusto León
martes, 1 de junio de 2010
domingo, 4 de abril de 2010
Soñar, creer y crear
...y es que creer está muy vinculado a crear, a intentar crear. El creer no puede estar separado de la realidad aunque sea un sueño, y es para nosotr@s una de las principales características del ser humano y justo ahí, a medida en que vamos perdiendo la capacidad de creer en nosotros perdemos la capacidad de creer en el otro y en la realidad. Porque a medida que no creemos, que nos han secuestrado la capacidad de creer, de tener certezas, no creamos, no somos en el mundo. Creer es la convicción y la esperanza en un sueño, es la posibilidad de la concreción del sueño. Por eso se encargan de vendernos e imponernos fantasías en el lugar de los sueños, para individualizarnos y paralizarnos. Pues saben que cuando el sueño es compartido se hacen las revoluciones.
lunes, 1 de febrero de 2010
Elegir un juguete no es cosa de juego
Sergio Bronstein
bronstein.sergio@gmail.com
Ciudad CCS
Alrededor de las festividades del fin de año hay una suerte de explotación comercial que nos ha llevado, casi sin darnos cuenta, a querer estrenar ropa, pintar nuestras casas, cambiar nuestro celular y llenar de obsequios a nuestros seres queridos. Regalamos en la Navidad, Año Nuevo y para los Reyes Magos. Regalamos en nuestra casa, en nuestro trabajo, a nuestros amigos y hasta a nuestros vecinos, camaradas, médicos, etc., etc., etc… Y no pare usted de contar.
Pero en todo esto hay un protagonista central: los niños, nuestros niños y niñas.
Especialmente en estas fechas, los niños son convertidos en protagonistas; se los transforma en máquinas de pedir, de poseer y de consumir. Y muchas veces nosotros mismos somos cómplices de ello; no nos detenemos a pensar en el significado que tiene este deseo desenfrenado por poseer en el que la sociedad de consumo ha intentado convertir el juego. Debemos reflexionar.
De nosotros depende de que los juegos y los juguetes estén al servicio de nuestros niños y no al revés.
EL VALOR DEL JUEGO Y LOS JUGUETES
La Declaración Universal de los Derechos de la Infancia reconoce al juego como “un derecho fundamental, porque sin lugar a dudas, jugar posibilita situaciones óptimas para el desarrollo que influyen directamente en el sano crecimiento de los niños y niñas”.
El juego es la principal actividad de los niños, es el medio de aprendizaje por excelencia y constructor de la personalidad. A través del juego comenzamos a conocer el mundo, a comprenderlo; con el juego aprendemos a manejar nuestro cuerpo, nuestras posibilidades y nuestras limitaciones; es la forma de comunicarse y de relacionarse con las cosas, las personas y el entorno. Con el juego aprendemos a socializar, a respetar las reglas; aprendemos a ganar y a perder. Jugando construimos nuestros valores. Jugamos durante toda la vida.
Y si el juego y los juguetes que utilizamos tienen toda esa carga formadora y transformadora, es imprescindible que a la hora de regalar lo hagamos con responsabilidad.
NIÑOS Y NIÑAS
Es muy común creer que hay juguetes o juegos para un sexo u otro, y cuando vemos a un niño jugando con muñecas o a una niña con carritos, tendemos a pensar que eso puede ser síntoma de alguna desviación.
Hemos consultado con especialistas y unánimemente han negado estas suposiciones. Mario Burgos (sicólogo argentino, autor del artículo Los juegos y la identidad de género), afirma que “lo natural es jugar con aquello que nos llama la atención de nuestro entorno, con aquello que aprendemos y percibimos con todos nuestros sentidos. Obviamente hay juegos o juguetes a los que estamos más proclives a asumir como mejor o más divertidos para uno u otro sexo, pero esto se debe más a la imitación de los modelos y estereotipos que vemos, que a una determinada orientación sexual. Por supuesto que hay juegos y juguetes que promueven el sexismo o discriminaciones de cualquier tipo (raza, edad, religión, sexo, ideología, etc.); hay sobrados ejemplos de ello en los juegos para computadoras. Es por ello que quienes regalan tienen la enorme responsabilidad de evaluar este tipo de cosas antes de decidir una compra”.
LOS JUGUETES BÉLICOS
Al respecto, entre los especialistas hay dos posiciones. Por un lado están quienes opinan que es necesario eliminar del entorno de los niños todo aquello que muestre o incite a la violencia, y en este caso, recomiendan no permitir el uso de juguetes bélicos, pues de lo contario les puede parecer bien usar la violencia para resolver sus problemas.
Hay otro grupo de especialistas que afirma que jugar con una pistola de plástico (por ejemplo), no tiene por qué inclinar a un niño hacia la violencia y que gracias a ese juguete el niño puede descargar su agresividad simbólicamente, sin ningún tipo de agresividad real. De todos modos, este grupo de especialistas recomienda que los juguetes bélicos deben ser sólo algunos entre la variedad de opciones que tiene un niño para jugar. Para la sicopedagoga María Aurelia Capmany cuando el niño juega sabe que juega, es decir, sabe que su pistola no mata, lo mismo que sabe, cuando maneja una muñeca a su arbitrio, que sólo se trata de una muñeca y no de un niño de verdad (…) el juego bélico del niño no prefigura un ser violento, que es, sí, la representación anticipada de unos instrumentos del medio social, pero que no anticipa un hombre violento”; esta especialista propone que no hay que desarmar al niño, “no hemos de cometer con los niños la lamentable hipocresía de hacerles creer que nosotros creemos que las armas no deben existir, al mismo tiempo que los preparamos para un mundo en el que verán utilizar las armas (…) En el niño no hay nada más, absolutamente nada más que lo que nosotros hemos puesto en él, y el error consiste en creer que se le pueda engañar como se engaña al recaudador de impuestos, al confesor o al psiquiatra”.
En este sentido, lo esencial es que los padres sepan con qué juegan sus hijos y las consecuencias que puedan tener. Los padres no pueden ni deben renunciar a decidir qué es lo correcto para sus hijos. Por otro lado, es tarea de los padres inculcar en sus hijos una actitud de rechazo a la violencia real y de lo positivo del diálogo y la tolerancia.
LOS COLECCIONABLES
En el desenfrenado e inmoral juego de lucrar con el consumismo, los niños son víctimas de los fabricantes de juguetes que promueven la acumulación antes que la diversión. Un juguete debe despertar el deseo de jugar con él, no de poseerlo. La posesión es un juego de nunca acabar y genera en el niño o la niña una sensación de insatisfacción y angustia por lo que no posee, en lugar de disfrutar lo que tiene.
LAS CONSOLAS DE JUEGOS Y LA TV
Es muy común ver a padres que se sienten muy tranquilos porque sus hijos e hijas se quedan en sus casas “seguros” frente al televisor o la consola de juegos, lejos de los riesgos de la calle y las “malas amistades”.
La sustitución de la realidad concreta por la virtual se ha hecho posible cada vez más gracias al desarrollo tecnológico. Paralelamente a ello, tanto la televisión como los juegos de computación (o consolas de juegos), ocupan un lugar cada vez más del tiempo de juego de nuestros hijos e hijas.
LOS PADRES TIENE LA ÚLTIMA PALABRA
Hay que ser muy cuidadosos con la tendencia de que sea una pantalla quien eduque y cuide a los niños y niñas. Los humanos aprendemos de la experiencia vivida, aprendemos con todos nuestros sentidos, crecemos en la medida de que nuestra fantasía y creatividad se despliegan en el vínculo con la realidad. Ninguna pantalla puede sustituir la experiencia vivida, y es esa experiencia la que nos hace saber elegir y crecer. Ninguna pantalla puede explicar qué es lo que está bien y lo que está mal ni cuánto tiempo debemos permitir que nuestros seres queridos estén frente a ellas. Somos nosotros los adultos quienes debemos elegir a cada momento quién y cómo queremos que se eduquen y crezcan nuestros hijos e hijas.
bronstein.sergio@gmail.com
Ciudad CCS
Alrededor de las festividades del fin de año hay una suerte de explotación comercial que nos ha llevado, casi sin darnos cuenta, a querer estrenar ropa, pintar nuestras casas, cambiar nuestro celular y llenar de obsequios a nuestros seres queridos. Regalamos en la Navidad, Año Nuevo y para los Reyes Magos. Regalamos en nuestra casa, en nuestro trabajo, a nuestros amigos y hasta a nuestros vecinos, camaradas, médicos, etc., etc., etc… Y no pare usted de contar.
Pero en todo esto hay un protagonista central: los niños, nuestros niños y niñas.
Especialmente en estas fechas, los niños son convertidos en protagonistas; se los transforma en máquinas de pedir, de poseer y de consumir. Y muchas veces nosotros mismos somos cómplices de ello; no nos detenemos a pensar en el significado que tiene este deseo desenfrenado por poseer en el que la sociedad de consumo ha intentado convertir el juego. Debemos reflexionar.
De nosotros depende de que los juegos y los juguetes estén al servicio de nuestros niños y no al revés.
EL VALOR DEL JUEGO Y LOS JUGUETES
La Declaración Universal de los Derechos de la Infancia reconoce al juego como “un derecho fundamental, porque sin lugar a dudas, jugar posibilita situaciones óptimas para el desarrollo que influyen directamente en el sano crecimiento de los niños y niñas”.
El juego es la principal actividad de los niños, es el medio de aprendizaje por excelencia y constructor de la personalidad. A través del juego comenzamos a conocer el mundo, a comprenderlo; con el juego aprendemos a manejar nuestro cuerpo, nuestras posibilidades y nuestras limitaciones; es la forma de comunicarse y de relacionarse con las cosas, las personas y el entorno. Con el juego aprendemos a socializar, a respetar las reglas; aprendemos a ganar y a perder. Jugando construimos nuestros valores. Jugamos durante toda la vida.
Y si el juego y los juguetes que utilizamos tienen toda esa carga formadora y transformadora, es imprescindible que a la hora de regalar lo hagamos con responsabilidad.
NIÑOS Y NIÑAS
Es muy común creer que hay juguetes o juegos para un sexo u otro, y cuando vemos a un niño jugando con muñecas o a una niña con carritos, tendemos a pensar que eso puede ser síntoma de alguna desviación.
Hemos consultado con especialistas y unánimemente han negado estas suposiciones. Mario Burgos (sicólogo argentino, autor del artículo Los juegos y la identidad de género), afirma que “lo natural es jugar con aquello que nos llama la atención de nuestro entorno, con aquello que aprendemos y percibimos con todos nuestros sentidos. Obviamente hay juegos o juguetes a los que estamos más proclives a asumir como mejor o más divertidos para uno u otro sexo, pero esto se debe más a la imitación de los modelos y estereotipos que vemos, que a una determinada orientación sexual. Por supuesto que hay juegos y juguetes que promueven el sexismo o discriminaciones de cualquier tipo (raza, edad, religión, sexo, ideología, etc.); hay sobrados ejemplos de ello en los juegos para computadoras. Es por ello que quienes regalan tienen la enorme responsabilidad de evaluar este tipo de cosas antes de decidir una compra”.
LOS JUGUETES BÉLICOS
Al respecto, entre los especialistas hay dos posiciones. Por un lado están quienes opinan que es necesario eliminar del entorno de los niños todo aquello que muestre o incite a la violencia, y en este caso, recomiendan no permitir el uso de juguetes bélicos, pues de lo contario les puede parecer bien usar la violencia para resolver sus problemas.
Hay otro grupo de especialistas que afirma que jugar con una pistola de plástico (por ejemplo), no tiene por qué inclinar a un niño hacia la violencia y que gracias a ese juguete el niño puede descargar su agresividad simbólicamente, sin ningún tipo de agresividad real. De todos modos, este grupo de especialistas recomienda que los juguetes bélicos deben ser sólo algunos entre la variedad de opciones que tiene un niño para jugar. Para la sicopedagoga María Aurelia Capmany cuando el niño juega sabe que juega, es decir, sabe que su pistola no mata, lo mismo que sabe, cuando maneja una muñeca a su arbitrio, que sólo se trata de una muñeca y no de un niño de verdad (…) el juego bélico del niño no prefigura un ser violento, que es, sí, la representación anticipada de unos instrumentos del medio social, pero que no anticipa un hombre violento”; esta especialista propone que no hay que desarmar al niño, “no hemos de cometer con los niños la lamentable hipocresía de hacerles creer que nosotros creemos que las armas no deben existir, al mismo tiempo que los preparamos para un mundo en el que verán utilizar las armas (…) En el niño no hay nada más, absolutamente nada más que lo que nosotros hemos puesto en él, y el error consiste en creer que se le pueda engañar como se engaña al recaudador de impuestos, al confesor o al psiquiatra”.
En este sentido, lo esencial es que los padres sepan con qué juegan sus hijos y las consecuencias que puedan tener. Los padres no pueden ni deben renunciar a decidir qué es lo correcto para sus hijos. Por otro lado, es tarea de los padres inculcar en sus hijos una actitud de rechazo a la violencia real y de lo positivo del diálogo y la tolerancia.
LOS COLECCIONABLES
En el desenfrenado e inmoral juego de lucrar con el consumismo, los niños son víctimas de los fabricantes de juguetes que promueven la acumulación antes que la diversión. Un juguete debe despertar el deseo de jugar con él, no de poseerlo. La posesión es un juego de nunca acabar y genera en el niño o la niña una sensación de insatisfacción y angustia por lo que no posee, en lugar de disfrutar lo que tiene.
LAS CONSOLAS DE JUEGOS Y LA TV
Es muy común ver a padres que se sienten muy tranquilos porque sus hijos e hijas se quedan en sus casas “seguros” frente al televisor o la consola de juegos, lejos de los riesgos de la calle y las “malas amistades”.
La sustitución de la realidad concreta por la virtual se ha hecho posible cada vez más gracias al desarrollo tecnológico. Paralelamente a ello, tanto la televisión como los juegos de computación (o consolas de juegos), ocupan un lugar cada vez más del tiempo de juego de nuestros hijos e hijas.
LOS PADRES TIENE LA ÚLTIMA PALABRA
Hay que ser muy cuidadosos con la tendencia de que sea una pantalla quien eduque y cuide a los niños y niñas. Los humanos aprendemos de la experiencia vivida, aprendemos con todos nuestros sentidos, crecemos en la medida de que nuestra fantasía y creatividad se despliegan en el vínculo con la realidad. Ninguna pantalla puede sustituir la experiencia vivida, y es esa experiencia la que nos hace saber elegir y crecer. Ninguna pantalla puede explicar qué es lo que está bien y lo que está mal ni cuánto tiempo debemos permitir que nuestros seres queridos estén frente a ellas. Somos nosotros los adultos quienes debemos elegir a cada momento quién y cómo queremos que se eduquen y crezcan nuestros hijos e hijas.
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